jueves, 21 de enero de 2016

Sí, Mau, en serio

Durante su estadía en Davos, el presidente descalificó y eludió la pregunta de un periodista que contrastó el aval a la detención de Milagro Sala con el reclamo internacional del Gobierno argentino por la situación del violento opositor venezolano Leopoldo López.

“No. ¿Me lo estás diciendo en serio? No. No me lo podés decir en serio. ¡No me podés comparar a Leopoldo López con Milagro Sala! López no hizo nada malo como para que lo compares con Milagro Sala”. Dio por terminada la rueda de prensa y se retiró a su habitación. 
El párrafo precedente, publicado por el diario oficialista La Nación, incluye la insólita contestación del nuevo mandatario a un periodista del diario BAE que le había preguntado si creía que la detención de Milagro Sala podía generar reparos entre los empresarios de Davos por “haber encarcelado a una líder opositora”.
Alto aquí para hacer algunas reflexiones sobre la primera presa política del régimen PRO. Primero, el propio presidente asume con esta respuesta que apaña la acción irregular del Ejecutivo jujeño (comandado por un aliado suyo) y de la Justicia adicta que ese gobierno provincial está atizando para juzgar a la líder de Túpac Amaru.
Como en tantos otros casos en los últimos años, la punta de lanza de la persecución a Sala fue tomada hace algunos meses por el aparato mediático que construyó en tándem con jueces, empresarios y políticos la verdadera alianza que llevó al poder a Macri. 
Algunos informes más nutridos de provocación que de información real -como de costumbre- emitidos en el show de Jorge Lanata sirvieron para deslegitimar en el público masivo la impactante obra que una red de organizaciones sociales hizo en beneficio de miles de jujeños otrora olvidados por el Estado provincial, lo cual convierte a esa obra es una verdadera amenaza (sí, de co-gobierno) para el statu-quo local.
La persecución, ahora en su clímax mediático-político, fue asentándose  sobre una serie de denuncias sin fundamento cuya irrisoria enumeración puede leerse en una reciente columna del operador Joaquín Morales Solá
Ahora bien, en la presunción de que la susodicha haya realizado un manejo delictivo de los ingentes fondos que le destinaba la Nación, funcionarios jujeños (algunos pertenecientes a la fuerza del actual gobernador) mediante, habría de ser esa la causa de una investigación judicial y posterior condena, si se la hallara culpable, según la presunción de inocencia establecida en la Constitución Nacional (Art. 18). 
Sin embargo, se la encarceló a partir de una protesta pacífica de ella y sus miles de compañeros en torno de la Casa de Gobierno jujeña. Es como si se hubiese metido en cana a algún dirigente patronal de las entidades agrarias por los piquetes que mantuvieron en las rutas durante 130 días en 2008, antes de ser investigados (cosa que tampoco ocurre, dicho sea de paso) por las maniobras rayanas a la ilegalidad para maximizar el usufructo de las divisas que muchos de ellos levantan en pala. 
Para cerrar la cuestión de Sala, es necesario recordar que antes de cualquier juicio ya está condenada por gran parte de la sociedad argentina y por una parte de la clase política, incapaces de digerir que una mina negra, india y pobre haya liderado un proyecto capaz de garantizar escuelas, hospitales, fábricas, viviendas y hasta piletas para los pibes a miles de pobres. Todo eso, con mejor calidad y cumplimiento que lo que las propias gestiones empresariales del Estado pueden mostrar, como lo contrastan las aulas-contenedores en la ciudad de Buenos Aires.
Digamos algo ahora acerca de Leopoldo López, paladín de los derechos humanos y preso político del régimen cuasi-dictatorial de Nicolás Maduro, de acuerdo con este particular prisma con que mira la realidad el presidente Mau (como gusta llamarlo su amiga Susana Giménez).
En efecto, Macri reaccionó con sorna e incredulidad ante la consulta del reportero ayer en Davos, quien contrastó su reclamo por el encarcelamiento de López en Venezuela con su aval a la detención de Sala. 
El líder opositor venezolano está acusado de participar e impulsar los delitos de incendio y daños que se ejecutaron como parte de un plan de derrocamiento llamado La Salida. En su expediente se incluye instigación a delinquir, intimidación pública, daños a la propiedad estatal y homicidio intencional calificado.
Como se puede ver en la imagen de arriba, pudo participar de esta clase de actos porque estuvo muchos años libre aún después de que en 2002 encabezara la marcha de oposición al Palacio de Miraflores, en Caracas, que provocó la muerte de decenas de personas, propició el golpe de Estado y el secuestro del entonces presidente Hugo Chávez.
En efecto, con López a la cabeza y respaldada por figuras como el actual presidente argentino, la oposición venezolana viene tomando las calles con violencia desde que Chávez fue elegido democráticamente para conducir los destinos de ese país, lo cual ha costado ya muchas vidas y miles de perjuicios económicos a toda la población. En algún sentido Macri tiene razón: no es comparable al acampe de cooperativistas en una plaza ante la negativa del gobierno a recibirlos. 
La enseñanza que esto nos deja viene a ser: alzarse contra las instituciones de la república es un don allá, cuando acá peticionar a las autoridades es un “delito”. Hasta Amnistía Internacional, que no vertía expresiones semejantes desde la última Dictadura, está reclamando la liberación de Sala.
En fin, no cumplir la Ley cuando no conviene, imponer jueces militantes por decreto para desequilibrar la división de poderes, empujar al mínimo posible las voces disidentes y, en fin, cargarse al Estado de Derecho que tanto proclaman, es una vez más el triste derrotero de sectores dominantes con una legitimación social tan blanda como riesgosa. 
De todos los eslóganes de campaña, ni el diálogo, ni el consenso, ni siquiera aquella risueña protesta de presuntos periodistas queriendo preguntar, importan ahora. Tan sólo permanece, como en una inercia exculpatoria, la consigna vacía y redentora del Cambio que –por ahora- todo lo justifica. 

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